Isabel Gómez construye el itinerario de un genocidio y una derrota colectiva a partir de un implacable despliegue de memoria. Nos enfrentamos, así, a una poesía que se sitúa en el lugar de los caídos y que se niega al olvido. Por lo mismo, reconstruye las huellas de aquellos desaparecidos, exterminados y establece un contrapunto con el presente.
Un hoy que se pretende posmoderno mientras se entrega al colonialismo y la indiferencia ante el abuso de sus pueblos originarios, de sus marginados. Gómez elabora una poesía y una voz situada, sexuada.