TODOS LOS DUELOS, EL DUELO


En esta novela vertiginosa, una joven psiquiatra chilena autoexiliada en París se encuentra con una muerte que tal vez sea un suicidio. Se trata de uno de sus pacientes: el más cercano, y el más violento. Aquí el duelo es una forma del amor y la derrota, y un recorrido por todos los amores. La historia, erótica, y política, sucede entre el suspenso y la emoción.

Clara, la protagonista, descubre que no se puede curar lo incurable, y sobre todo, que la psiquiatría actual es bastante salvaje.

La historia sucede dos meses después del atentado a las Torres Gemelas, y la total fractura que eso supone para Occidente. En un movimiento sincrónico, muere misteriosamente Francisco Bueno. Ese es el arranque de la historia.

“Me costaba aceptar la idea de que, de golpe, todo hubiera cambiado”-dice Clara-. La muerte de su paciente cambia su papel como madre, esposa y psiquiatra. “Es un antes y un después”, dice, porque de algún modo es el duelo de su propia vida, cifra de todos los duelos.

La insistente imagen del posible suicida abre las compuertas del tabú. Clara opta por huir del romanticismo de París y de su matrimonio protector, para recalar en Andalucía, ese mundo incombustible y con duende, donde se encontrará con su hermano Rafael. Naturalmente nada es como lo había imaginado. A partir de allí, todo lo que no se dice, es decididamente más importante que lo que se dice.

“Ecos de un duelo” es un juego entre la ficción y la no-ficción. Clara va de su esposo francés, a un pescador andaluz, a un psiquiatra colombiano, con quien tiene una amistad desafiante, una amistad paralela a la que tuvo con Bueno. Su paciente es casi un fantasma que sigue siendo su peor pregunta, un abismo y una imagen imborrable. Su muerte abre y cierra las esclusas de la locura.

La novela navega por los grandes temas de la humanidad. El amor y la muerte. La ambigüedad de los sentimientos. El sexo, la política.

La escritora y psiquiatra Claudia Martínez Covarrubias, instala un juego de espejos, porque estamos en un lugar ficticio, pero se adivina un parecido con su propia vida real, que ha transcurrido entre París, Madrid, Georgetown, y Buenos Aires.

En “Ecos de un duelo” los saltos en el tiempo producen una intensa curiosidad. No solo por los eventos inesperados y sus personajes, sino por su demoledora crítica contra la violencia, la asimetría, y los sistemas de castigos de la psiquiatría actual.

Clara propone un camino humanista. “Baudelaire -escribe- se quejó en una carta diciendo que los médicos lo catalogaron de histérico, terminología bien elegida por lo flexible, para ocultar la ignorancia sobre estas cuestiones. André Breton atacó a Freud por no haber utilizado la literatura existente sobre los sueños cuando escribió su teoría de la interpretación”.

Y desde entonces poco ha cambiado.

“¿Cuándo dejaría de preocuparme obsesivamente por mi paciente?”, se pregunta Clara. Francisco Bueno es lo que “navega a la deriva hasta la siguiente marejada”.

Sin la incertidumbre y el dolor del duelo, su radical oposición a la psiquiatría y los psiquiátricos, no se habría abierto como una caja negra. Que contenía también una sorpresiva forma de la libertad.

“Necesitaba abrir una vez más la brecha entre mi vida anterior y la que vendría. Abandonar hábitos, ignorar deseos, romper vínculos”.

España es el lugar de su transformación. Su nueva amiga, Ana, “despliega teorías que nadie más habría osado balbucear. Descarada provocadora sin intención de serlo. Llamarla me alivió tanto como confesarme, como liberarse de un secreto aminora un sentimiento de culpa. Pero sus palabras quedaron suspendidas en la distancia, en un eco que no alcanza la otra orilla, pero navega a la deriva hasta la siguiente marejada”.

Mili Rodríguez VilloutaPeriodista

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