La historia de los acontecimientos, como no podría ser de otro modo, solo consigue ser interpretada cuando la poesía habla de sí misma, a sí misma. Al oírla, nos sentimos invitados a la gran fiesta de la inaccesibilidad, a sintonizar un procedimiento genuino, que ha encontrado las palabras propios poemas. Sentimos la extraña plenitud de haber entrado a un confín del tiempo y del mundo que el lenguaje de una poeta fundamental, en relevancia y originalidad, ha inventado. La poesía de Carmen Berenguer es arte mayor, música en pleno desempeño. Por todo este tiempo, no ha estado al servicio de un afán mimético para exaltar emociones y sentimientos fácilmente identificables, tan en boga en la poesía “exitosa” de esta parte del mundo. En falta de representación completa de aquello que pasa por realidad epírica y mundana, el poema actúa por su cuenta. Esa es su realidad. No cuenta, canta.
– Eduardo Espina